miércoles, 13 de mayo de 2009

Nunca volverás a tatuar mi cuerpo con partituras en clave de fa.


Necesito las teclas de un piano. Una melodía improvisada y melancólica. Tumbarme en una alfombra roja y cerrar los ojos sintiendo como las notas resbalan por mi cuerpo y me llenan de sensaciones.

Notar como mis manos acarician mi cuerpo al compas binario de la música. Y ver tus dedos deslizándose por las teclas, acariciando el marfil, como si fuera un cuerpo de mujer. Como si quisieras redescubrir cada milímetro de su piel y grabarlo en tu memoria. Como yo te grabé a ti.

Siento la música en mi interior, mis oidos la oyen aunque no esté sonando. Y necesito la calma de un melodía triste de piano. Que brote de tus yemas a mi corazón y me estremezca.

Recuerdo la primera vez que te escuché tocar, cerré los ojos, como hago en este momento al revivirlo y dejé que tu música me transportara a un lugar únicamente nuestro. Donde aún te escucho en sueños, tocando.

Y tu melodía acaricia mi cuerpo como lo harían tus manos, redescubriendo, también, cada curva de mi cuerpo, cada textura y cada sensación. Me tocas, me besas, mi cuerpo se alza hacia ti anhelándote.

Y hoy sólo puedo recordar tu música, sentirla dentro de mi en mis fantasías. Nunca más tocarás para mi. Nunca me volveré a tumbar en la alfombra roja de tu salón y dejaré que tu melodía me envuelva en melancolía. Me inventaré lugares nuevos a los que viajar en mi solitaria soledad. Nunca volverás a tatuar mi cuerpo con partituras en clave de fa.

Y hoy necesito tus manos interpretando para mi tus sentimientos.

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